sábado, 24 de octubre de 2020

TOLLE, LEGE 3. Doctor, doctorísimo

 

Doctor, doctorísimo,

¿Por qué somos tan serviles los colombianos?

Una persona servil es aquella que cuando tiene el poder humilla y menosprecia al que no tiene poder. Y cuando no lo tiene se deja utilizar, menospreciar y humillar. Otra cosa es una persona servicial, dispuesta a servir a los demás; es decir a colaborar, facilitar, guiar y hacer reflexionar al otro.

La persona servil es envidiosa, manipuladora, padece complejos de superioridad (que en realidad son complejos de inferioridad), es falto de espíritu. Una persona servicial disfruta su trabajo, ofrece sus capacidades naturales abiertamente para resolver un problema, escucha atenta y sinceramente, hace un poco más de lo estipulado en os reglamentos o manuales de funciones y lo disfruta.

Para una persona servil “el que manda manda así mande mal”. Una persona servicial busca la calidad. Al satisfacer a otros se satisface a sí mismo.

De acuerdo al difunto y ex ministro Gilberto Echeverri (hombre de gran valía), los extranjeros se burlaban de nosotros los colombianos por darle título universitario a quien no lo tenía. Le decimos Doctor (y ya lo extendieron a doctorísimo) a quien difícilmente tiene bachillerato. Requisitos: tener un carguito público o vestir más o menos bien o tener un  puesto de mando. Lo que es peor, algunos se enojan porque no les dicen Doctor.

Don Gilberto, líder natural, contó esta anécdota con el fin de bajarle los humos a algunos concejales que asistieron hace algunos años a una conferencia sobre la misión y visión de Antioquia en el SENA  de Apartadó:

En Bogotá, hace muchos años, un embolador estaba lustrando los zapatos de un Concejal y como reflejo le dijo ¿Doctor, cómo van las sesiones del concejo? Ustedes tienen que tomar decisiones muy importantes para el país, Doctor. Algo le respondió el concejal al embolador, encantado con el calificativo de Doctor. Y a la hora de pagar le dio una significativa propina al señor del betún. Con la malicia indígena del común de nuestra gente, el embolador, cada vez que veía una personal bien vestida o con pinta de político, le decía ¿doctor lo lustro? Otros lo imitaron y así se regó el nuevo título de Doctor para cualquiera que tuviera saco y corbata y diera propina.

Doctor es un título académico que recibe quien, después de hacer una carrera profesional y terminar una maestría, hace un doctorado en algún área del conocimiento. Son entre 11 y 12 años de estudios universitarios. Por lo general, están en las  universidades produciendo nuevo conocimiento que se espera le sirva a la humanidad para humanizarse.

Utilizar la palabra Doctor arbitrariamente se ha constituido en un vicio cultural y mental que afecta las relaciones de mando entre las partes.  Hay melosería, manipulación, abuso de poder y de alguna manera menosprecio por el otro. Como suena de bien y transparente la palabra don o doña. O  la profesión  de quien la tiene: arquitecto, ingeniero, abogado, licenciado, etc. También suena muy bien el cargo del otro: alcalde, coordinador, gerente, profesor, etc.

¿Será que algún día se dejarán de burlar de nosotros los extranjeros? ¿Cuándo vamos a aprender a construir relaciones de mando más horizontales?

Óscar Darío Ruiz Henao

El texto fue publicado en la sección: Columnista invitado de El Heraldo de Urabá


 

1 comentario:

  1. “Ya nada asombra. Ni siquiera lo escandaloso. Ni siquiera lo aberrante. […] El terror es parte de nuestra costumbre. La impunidad parte de nuestra ‘libertad cotidiana’. […] Disfrazados con piel de ovejas, los bárbaros son los mansos y los mansos se convierten en los lobos”.

    Danilo Rueda, “Nada asombra, nada escandaliza” en Colombia: terrorismo de Estado. Testimonios de la guerra sucia contra los movimientos populares.

    “Como lo señala la sabiduría popular, si ayer se decía que había “burros cargados de plata”, para significar la ostentosa diferenciación social basada en las propiedades y el dinero; hoy se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que existen “burros cargados de diplomas”. Esa “voluntad de conocimiento” ha terminado fatalmente subordinada a la “voluntad del poder”, lo que lleva implícito la conversión de las universidades en simples “tituladeros”, tal como se lo reclama el interés tecnocrático, o mejor, tecnofascista, que gobierna el mundo”.

    Julio César Carrión Castro, El reino encantado de la simulación

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