Es Marta, si, es Ella, un recuerdo de hace sesenta años, pocos más, pocos menos. Botas de caucho, "Las pantaneras". Viste una falda larga, larga como su trenza. Lindo rostro, trigueño. Fugaz saludo en la inmensidad del bosque; sonrisa fresca y jovial a pesar del trajín. Largo camino andado y por andar. Como alfombra roja el tapete de hojarasca guia su firme y musical paso. Amigable recuerdo, saludo sincero, apretón de mano. Inteligencia, belleza y espiritualidad hechos mujer. (2016)
cuentosdelcuento
Porque la vida es un cuento.
martes, 22 de julio de 2025
lunes, 21 de julio de 2025
Un festivo
Se habló de todo: naranjas, mangos, aguacates, cafetos: los que se recuperaron y los que no. Almuerzo. Anfitrión que no llega. Distancia corta o larga, corta para unos, larga para otros. Una cara larga, las otras juguetonas. Moto, carro, parqueo, lluvia, calma. campo no, ciudad si..., y nos espera hora y media de camino. (Julio de 2016)
Morirse
Juego juvenil; de adultos, cervezas; compartir de mucho, mas no de todo; media naranja de otra media; retoño, patrimonio heredado y patrimonio construido, barrio y barriada, con él y sin él. (Julio de 2016)
domingo, 1 de noviembre de 2020
TOLLE, LEGE 6
Cartas dispersas es, o era
una columna del periódico El Colombiano,
de la ciudad de Medellín, escrita por el profesor José Guillermo Ánjel R. La carta “A Proust” la leí
por primera vez el 29 de septiembre de 2002. Dice así:
A
Proust
Apreciado y educado Marcel.
También leído y degustado, porque sus libros no sólo son para saber una
historia sino para sentir lo que esa historia dice. Como una taza de té que se
toma con ambas manos, sintiendo el calor
y el paisaje, así hay que leerlo a usted. Por esto, pensando en lo que es
delicado y fino, suave y propicio a la sensibilidad y al asombro. En otras
palabras, el derecho a tener sentimientos y a ejercer la sentimentalidad, no en
términos de aburrimiento, como tantos poetas de bar, sino de vivencia frene a
los demás y lo que no rodea.
El romanticismo fue la
respuesta sentimental al mundo de la razón. Y si bien la Ilustración (desde
Descartes a Kant) nos hizo propicios a la inteligencia fría y analítica, los
románticos le dieron a esa racionalidad el encanto de la poesía de un Byron, de
un Flaubert, de un Kavafis, de un
Pessoa, porque sin una educación sentimental es imposible que la razón tenga sabiduría. La
racionalidad, con sus máquinas y sus balances precisos, con sus formulaciones invariables
y resultados esperados, hace del hombre un robot que obedece sin cuestionarse. La sentimentalidad, el
sentir lo que sucede con la razón, lleva a hacerse preguntas. Y en la pregunta,
a obtener respuestas para vivir y darle sentido
a la vida. Pero la sentimentalidad, en nuestros días, se ha perdido, Marcel.
Hölderlin, el gran romántico
alemán, reclamó la necesidad de sentir al otro, (mirarlo, tocarlo, reír y
llorar con él) para convertirlo en un ser de nuestra propia especie. Pero ese
reclamo, que Ernesto Sábato reivindica como una forma de Resistencia a la falta
de sentimientos, llega a oídos sordos. Pocos son los que se emocionan, los que se solidarizan, los que sueñan. Hoy,
Marcel, asistimos a una masa fría que vive entre cálculos y sigue programaciones,
que ve al otro desde la producción y el consumo y que confunde un llanto
emocionado con una risa, como una forma de actuación o como parte de un chiste.
Marcel Proust, perdido el sentimiento, perdido el sentido de vivir.
Ángel R. José Guillermo. En:
Periódico El Colombiano. Cartas dispersas. A Proust. Septiembre 29 de 2002. Pág. 5ª.
lunes, 26 de octubre de 2020
TOLLE, LEGE 5. La Ética
Ésta es una de las tantas
columnas que ha escrito el profesor José Guillermo Ángel Rendón en el periódico
El Colombiano y en ésta invita a pensar lo que es La Ética.
A Peter Singer
Leído y debatido Peter, la
ética no es un asunto teórico sino práctico.
Y antes que un acto y no de
un uomo qualunque, vencido y sin vitalidad, que buscaría sublimar sus
necesidades en una fantasía, sino de un hombre egregio, con energía y dispuesto
a mejorar con cada actividad que acomete, no porque el corazón se lo diga sino
porque entiende el mundo. En cuestiones éticas no hay iluminaciones sino
acciones. La ética, entonces, es lo que une positivamente lo que soy con
aquello que me rodea o sea que es la conexión que existe entre el mundo y yo y
ese mundo será tan bueno o malo como yo
sea. Y en esto creo que coincidimos: somos cielo o el infierno, el abismo o la cima. Y así
no somos el azar sino nuestra propia construcción.
La ética, estimado Peter, la
podemos entender desde el ethos, comportamiento, o la moral, costumbre buena
donde no genero dolor en lo otro (animales, vegetales, mundo) y en el otro, ese
que es de mi propia especie. Así que no es un discurso sino una manera de sentirme
vivo y consciente de la pluralidad y la diferencia. Así, no hay ética entre iguales
sino entre diferentes y el espacio ético no es el que vivo sino el que comparto
con otro distinto a mí, buscando aprender de él y encontrándome en él. Como
dice usted en su libro Una vida ética,
que es un antología de sus mejores textos, si estoy en el otro comienzo a ser
ético.
Hoy sabemos, después de
muchos siglos de cometer errores, que la
realidad se construye mínimo entre dos (así ninguno fabula) y que no hay
un hombre completo sino hombres que se
complementan y crean la unidad. Y como dice usted, Peter Singer, hay que dar la
cara desnudándonos y no escondiéndonos, hablando de lo que hacemos y no de lo
sabemos. Hay gente que sabe mucho y de nada le sirve saber porque eso que sabe
no lo hace humano. Hay mucho saber y poca inteligencia, porque de nada vale
tener conocimientos si no nos sirven para vivir mejor. Y algo más triste: el
conocimiento propio es vano si no mejora a los otros y se amplía en ellos.
José Guillermo Ángel R.
Doctor en
filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana. Fue director de la Facultad
de Comunicación Social de la misma universidad. Profesor universitario.
Escritor y columnista del periódico El Colombiano. Autor de numerosos libros e incontables artículos.
sábado, 24 de octubre de 2020
TOLLE, LEGE 4. Recordando a Robles
TOLLE, LEGE 4
El texto que hoy les comparto en esta entrega cuatro de
Toma y Lee lo transcribí de un recorte de prensa en el que no encontré ninguna referencia
bibliográfica y que llegó a mis manos por medio de un octogenario vecino.
RECORDANDO A ROBLES
Cuando el Dr. Robles entró al
recinto, el Dr. Ospina musitó desde su curul las siguientes palabras:
—Se ha oscurecido el recinto del
Senado.
El Señor Robles:
—Con mi entrada aquí, se ha
oscurecido el recinto del Senado pero ha resplandecido la República. ¡Negro sí!,
pero aún blanquean en Cartagena los huesos de mis antepasados, que murieron por
dar la libertad a tanto blanco.
El señor Ospina:
—El parlamento se avergüenza de
tener hijos de esclavo entre sus miembros.
El señor Robles:
— ¡Hijo de esclavos…Sí!
Soy hijo de esclavos… Mis padres tenían la sombra en la epidermis, pero luz en
el alma! Es mi herencia: Sombra y luz, ¡Hijo de esclavos… Si! Pero este hijo de
esclavos ha venido a la Asamblea en hombros del pueblo, a través de los jarales
formados con las bayonetas pretorianas. Y el villano que me insulta ¿Querrá
decir de dónde vino?
Dislocando sus vértebras de noble,
arrastrándose como faldero a los pies de un ministro estólido, dando brillo con sus besos serviles a los
zapatos de los poderosos.
Sí. ¡Mis padres eran
esclavos! Pero sus manos fueron ennegrecidas por la naturaleza, y no por el
crimen. ¿Podrá decir lo mismo de sus abolengos mi honorable ofensor? Olvida por
ventura que las manos de su padre se mancharon con la muerte de una esclava
joven y bella que no quiso recoger el pañuelo de aquel Sultán, que no quiso
acceder a los deseos de aquel señor de horca y cuchillo, que anhela restablecer
la jornada feudal? ¿Olvida mi honorable
ofensor que su padre, descendiente de cincuenta condes y cien marqueses, hubo
de apelar a la fuga para no balancearse en la punta de una cuerda?...
El Senador Ospina:
Con voz temblorosa:
mentira… Mi padre no asesinó a esa esclava… Lo calumniaron… La muerte de esa
mujer no la presenció nadie.
Mentira… Lo
calumniaron…
El Senador Robles,
grito:
— ¿Calumniaron…? Yo que soy descendiente de siervos, juro por
la memoria de mis padres que el vuestro, vástago de cincuenta marqueses, manchó
con la sangre de una esclava los rancios pergaminos que heredó de sus mayores…
Juro por la memoria
de mis padres que yo, casi en la cuna, presencié la muerte de esa esclava… Juro
por la memora de mis padres que esa esclava… era mi madre…
TOLLE, LEGE 3. Doctor, doctorísimo
Doctor,
doctorísimo,
¿Por
qué somos tan serviles los colombianos?
Una persona servil es
aquella que cuando tiene el poder humilla y menosprecia al que no tiene poder. Y
cuando no lo tiene se deja utilizar, menospreciar y humillar. Otra cosa es una
persona servicial, dispuesta a servir a los demás; es decir a colaborar,
facilitar, guiar y hacer reflexionar al otro.
La persona servil es
envidiosa, manipuladora, padece complejos de superioridad (que en realidad son
complejos de inferioridad), es falto de espíritu. Una persona servicial
disfruta su trabajo, ofrece sus capacidades naturales abiertamente para
resolver un problema, escucha atenta y sinceramente, hace un poco más de lo
estipulado en os reglamentos o manuales de funciones y lo disfruta.
Para una persona servil “el
que manda manda así mande mal”. Una persona servicial busca la calidad. Al
satisfacer a otros se satisface a sí mismo.
De acuerdo al difunto y ex
ministro Gilberto Echeverri (hombre de gran valía), los extranjeros se burlaban
de nosotros los colombianos por darle título universitario a quien no lo tenía.
Le decimos Doctor (y ya lo extendieron a doctorísimo) a quien difícilmente
tiene bachillerato. Requisitos: tener un carguito público o vestir más o menos
bien o tener un puesto de mando. Lo que
es peor, algunos se enojan porque no les dicen Doctor.
Don Gilberto, líder natural,
contó esta anécdota con el fin de bajarle los humos a algunos concejales que
asistieron hace algunos años a una conferencia sobre la misión y visión de
Antioquia en el SENA de Apartadó:
En Bogotá, hace muchos años,
un embolador estaba lustrando los zapatos de un Concejal y como reflejo le dijo
¿Doctor, cómo van las sesiones del concejo? Ustedes tienen que tomar decisiones
muy importantes para el país, Doctor. Algo le respondió el concejal al
embolador, encantado con el calificativo de Doctor. Y a la hora de pagar le dio
una significativa propina al señor del betún. Con la malicia indígena del común
de nuestra gente, el embolador, cada vez que veía una personal bien vestida o
con pinta de político, le decía ¿doctor lo lustro? Otros lo imitaron y así se
regó el nuevo título de Doctor para cualquiera que tuviera saco y corbata y
diera propina.
Doctor es un título
académico que recibe quien, después de hacer una carrera profesional y terminar
una maestría, hace un doctorado en algún área del conocimiento. Son entre 11 y
12 años de estudios universitarios. Por lo general, están en las universidades produciendo nuevo conocimiento
que se espera le sirva a la humanidad para humanizarse.
Utilizar la palabra Doctor arbitrariamente
se ha constituido en un vicio cultural y mental que afecta las relaciones de
mando entre las partes. Hay melosería, manipulación,
abuso de poder y de alguna manera menosprecio por el otro. Como suena de bien y
transparente la palabra don o doña. O la
profesión de quien la tiene: arquitecto,
ingeniero, abogado, licenciado, etc. También suena muy bien el cargo del otro:
alcalde, coordinador, gerente, profesor, etc.
¿Será que algún día se
dejarán de burlar de nosotros los extranjeros? ¿Cuándo vamos a aprender a construir
relaciones de mando más horizontales?
Óscar Darío Ruiz Henao
El texto fue publicado en la sección: Columnista invitado de El Heraldo de Urabá