domingo, 1 de noviembre de 2020

TOLLE, LEGE 6

 

Cartas dispersas es, o era una columna  del periódico El Colombiano, de la ciudad de Medellín, escrita por el profesor José Guillermo Ánjel R.  La carta “A Proust”  la leí  por primera vez el 29 de septiembre de 2002. Dice así:

A Proust

Apreciado y educado Marcel. También leído y degustado, porque sus libros no sólo son para saber una historia sino para sentir lo que esa historia dice. Como una taza de té que se toma con ambas manos, sintiendo  el calor y el paisaje, así hay que leerlo a usted. Por esto, pensando en lo que es delicado y fino, suave y propicio a la sensibilidad y al asombro. En otras palabras, el derecho a tener sentimientos y a ejercer la sentimentalidad, no en términos de aburrimiento, como tantos poetas de bar, sino de vivencia frene a los demás y lo que no rodea.

El romanticismo fue la respuesta sentimental al mundo de la razón. Y si bien la Ilustración (desde Descartes a Kant) nos hizo propicios a la inteligencia fría y analítica, los románticos le dieron a esa racionalidad el encanto de la poesía de un Byron, de un Flaubert,  de un Kavafis, de un Pessoa, porque sin una educación sentimental es imposible  que la razón tenga sabiduría. La racionalidad, con sus máquinas y sus balances precisos, con sus formulaciones invariables y resultados esperados, hace del hombre un robot que obedece  sin cuestionarse. La sentimentalidad, el sentir lo que sucede con la razón, lleva a hacerse preguntas. Y en la pregunta, a obtener respuestas para vivir  y darle sentido a la vida. Pero la sentimentalidad, en nuestros días, se ha perdido, Marcel.

Hölderlin, el gran romántico alemán, reclamó la necesidad de sentir al otro, (mirarlo, tocarlo, reír y llorar con él) para convertirlo en un ser de nuestra propia especie. Pero ese reclamo, que Ernesto Sábato reivindica como una forma de Resistencia a la falta de sentimientos, llega a oídos sordos. Pocos son los que se emocionan, los  que se solidarizan, los que sueñan. Hoy, Marcel, asistimos a una masa fría que vive entre cálculos y sigue programaciones, que ve al otro desde la producción y el consumo y que confunde un llanto emocionado con una risa, como una forma de actuación o como parte de un chiste. Marcel Proust, perdido el sentimiento, perdido el sentido de vivir.

Ángel R. José Guillermo. En: Periódico El Colombiano. Cartas dispersas. A Proust. Septiembre 29  de 2002. Pág. 5ª.

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