Reseña 2
DIEZ A. Luis. Carpentier y Rulfo: dos
largas ausencias. EN: Cuadernos hispanoamericanos Nº. 272. Madrid.
Febrero de 1973.
El artículo de Luis Diez hace
referencia a las obras de dos grandes de la literatura, Alejo Carpentier y Juan
Rulfo. Sus obras: El año 1959 y La cordillera respectivamente a pesar de que
crearon mucha expectativa nunca salieron al mercado, no dio tiempo a sus
autores a terminarlas.
En esta reseña se hará énfasis a La
cordillera, trascribiendo apartes anecdóticos de la vida de Juan Rulfo e
incluso párrafos de la novela en mención, claro está, sin demeritar en ningún
momento la obra de Carpentier.
En los quince años que siguen a la
publicación de Pedro Páramo, dice Luis A. Diez que Juan Rulfo ha estado morando
y merodeando por entre las tinieblas de
su purgatorial Comala, escribiendo la cordillera. (Pág. 343)
Pero parece que no era una, sino dos
las obras que estaba escribiendo Rulfo. En 1968 aparece una reseña noticiosa
que hace referencia a las mencionadas obras: “Las dos obras maestras serán
publicadas en un futuro próximo por la editorial Siglo XXI y se llaman Días sin floresta y, claro, La cordillera. (DIEZ A. Luis. Pág. 345).
Sobre la misma Cordillera y su contenido, el semanario Siempre publicó en su número
del 29 de junio de 1966 un
reportaje-entrevista de M. Teresa Gómez Gleason, intitulado “Juan Rulfo y el
mundo de su próxima novela”. Su autora
recoge en unos cuantos párrafos lo que debieron ser impresiones
memorizadas (Rulfo no tolera magnetófonos o lapiceros de entrevistadores las
pocas veces que accede a recibirlos) de las palabras del mismo escritor sobe su
memorabilia infantil de un México en
llamas. Transcribo estos dos de muestra:
…Los curas de la costa siempre traen pistola, son curas
“bragados”. El cura Sedano de Zapotlán… raptaba muchachas y se aprovechó de la
cristiada para alzarse en armas, lo mismo que el de San Gabriel y el de
Jiquilpan, A Sedano lo colgaron en un poste de telégrafo. Tendría yo como ocho
años cuando el cura de San Gabriel dejo su
biblioteca a guardar en la casa de mi abuela, antes de que expropiaran
el cuarto y lo convirtieran en cuartel…
…Dionisio Tizcareño fue novio de la Tránsito Pinzón. Lo
mataron en el Hotel Manzanillo aquella vez que estuvo peleando contra la
policía y el ejército y no se rendía,
hasta que pidieron ayuda a la marina
y entre quince soldados y veinte policías hicieron pedazos el hotel.
Allí terminó la ilusión de Tránsito de casarse con él, pero al saber que Dionisio
había muerto, ella saco su propia acta de defunción. Así vivió soltera y dueña
de muchas escrituras que obtuvo cuando les quitaron la propiedad a los
comuneros, y cuando “la Federal” quería aplicarle la ley, ella demostraba que
Tránsito Arias Pinzón había muerto…
(Pág. 346)
La
comunión íntima con sus raíces es uno de los motivos por los que La cordillera no progresó, muestra de ello es la respuesta
que da Rulfo cuando la escritora mexicana le pregunta: “¿Qué siente cuando
escribe?” a lo que el escritor responde: “remordimiento”.
En
la entrevista que le hace el semanario Siempre
dice Rulfo: “¡Ya no quiero sangre! La literatura mexicana está llena de
sangre y me niego a contribuir con una gota más”.
Alonso
de J. Garro Arango
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