miércoles, 7 de septiembre de 2011

La cordillera de Juan Rulfo.


Reseña 2

DIEZ A. Luis. Carpentier y Rulfo: dos largas ausencias. EN: Cuadernos hispanoamericanos Nº. 272. Madrid. Febrero  de 1973.

El artículo de Luis Diez hace referencia a las obras de dos grandes de la literatura, Alejo Carpentier y Juan Rulfo. Sus obras: El año 1959 y La cordillera respectivamente a pesar de que crearon mucha expectativa nunca salieron al mercado, no dio tiempo a sus autores a terminarlas. 

En esta reseña se hará énfasis a La cordillera, trascribiendo apartes anecdóticos de la vida de Juan Rulfo e incluso párrafos de la novela en mención, claro está, sin demeritar en ningún momento la obra de Carpentier.

En los quince años que siguen a la publicación de Pedro Páramo, dice Luis A. Diez que Juan Rulfo ha estado morando y merodeando por entre las tinieblas  de su purgatorial Comala, escribiendo la cordillera. (Pág. 343)
Pero parece que no era una, sino dos las obras que estaba escribiendo Rulfo. En 1968 aparece una reseña noticiosa que hace referencia a las mencionadas obras: “Las dos obras maestras serán publicadas en un futuro próximo por la editorial Siglo XXI y se llaman Días sin floresta y, claro, La cordillera. (DIEZ A. Luis. Pág. 345).

Sobre la misma Cordillera y su contenido, el semanario Siempre  publicó en su número del 29 de junio de 1966  un reportaje-entrevista de M. Teresa Gómez Gleason, intitulado “Juan Rulfo y el mundo de su próxima novela”. Su autora  recoge en unos cuantos párrafos lo que debieron ser impresiones memorizadas (Rulfo no tolera magnetófonos o lapiceros de entrevistadores las pocas veces que accede a recibirlos) de las palabras del mismo escritor sobe su memorabilia infantil  de un México en llamas. Transcribo estos dos de muestra:
…Los curas de la costa siempre traen pistola, son curas “bragados”. El cura Sedano de Zapotlán… raptaba muchachas y se aprovechó de la cristiada para alzarse en armas, lo mismo que el de San Gabriel y el de Jiquilpan, A Sedano lo colgaron en un poste de telégrafo. Tendría yo como ocho años cuando el cura de San Gabriel dejo su  biblioteca a guardar en la casa de mi abuela, antes de que expropiaran el cuarto y lo convirtieran en cuartel…

…Dionisio Tizcareño fue novio de la Tránsito Pinzón. Lo mataron en el Hotel Manzanillo aquella vez que estuvo peleando contra la policía y el ejército y no se rendía,  hasta que pidieron ayuda a la marina  y entre quince soldados y veinte policías hicieron pedazos el hotel. Allí terminó la ilusión de Tránsito de casarse con él, pero al saber que Dionisio había muerto, ella saco su propia acta de defunción. Así vivió soltera y dueña de muchas escrituras que obtuvo cuando les quitaron la propiedad a los comuneros, y cuando “la Federal” quería aplicarle la ley, ella demostraba que Tránsito Arias Pinzón había muerto…

(Pág. 346)

La comunión íntima con sus raíces es uno de los motivos por los que La cordillera  no progresó, muestra de ello es la respuesta que da Rulfo cuando la escritora mexicana le pregunta: “¿Qué siente cuando escribe?” a lo que el escritor responde: “remordimiento”.

En la entrevista que le hace el semanario Siempre dice Rulfo: “¡Ya no quiero sangre! La literatura mexicana está llena de sangre y me niego a contribuir con una gota más”.

Alonso de J. Garro Arango

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